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Los soldados enemigos gritan:
«Tomemos el oro y la plata;
¡son tantas las riquezas de Asiria
que parecen no tener fin!»

10 Asiria,
tu capital ha quedado destruida,
arruinada y con poca gente;
los que quedaron tiemblan de miedo,
las fuerzas los abandonan,
y el terror los deja pálidos.

11-12 Asiria parecía un león feroz:
mataba y despedazaba a sus enemigos,
luego tomaba sus riquezas
y las repartía entre su gente.
Nadie invadía su territorio.
¿Pero dónde está ahora su poder?
¿Dónde están sus feroces soldados?

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